A 108 días de la desaparición, los restos de Américo Guillermo González (72) fueron hallados en una vivienda de Berrotarán. La detenida tiene 49 años.
Los policías de Investigaciones Criminales de la Departamental Río Cuarto hacía 108 días que intentaban descifrar el enigma detrás de la desaparición de Américo Guillermo González. El jubilado de 72 años, vecino de la localidad de Berrotarán, no había dejado rastros desde el pasado 20 de junio. A poco de comenzar a investigar, los sabuesos empezaron a temer lo peor. Y apuntaron a dos mujeres en el círculos de las sospechas.
Por un lado, su exesposa, con la que continuaba legalmente casado pese a que ya no vivían juntos y que ella había arrancado con una nueva relación. Justamente la nueva pareja de esta mujer fue quien denunció la desaparición de González.
Y, de manera paralela, se anotó otro nombre entre las personas sospechosas: Marcela Alejandra Zabala (49).
Con domicilio en calle España, a sólo cuatro cuadras de la vivienda de González, Zabala hacía unos meses que había comenzado a frecuentar al jubilado. Iba a su casa, lo ayudaba con la limpieza y le hacía algo de compañía. De a poco, había ido ganando su confianza.
Zabala, anotaron los investigadores que trabajaron junto a la DIO de la Policía Judicial, solía cuidar a jubilados. Tras la desaparición de González, había comenzado a trabajar en un geriátrico de Villa Rumipal.
Luego de descartar como sospechosa a la aún esposa de González, los policías comenzaron a direccionar las conjeturas en torno a Zabala.
Antes de desaparecer, el jubilado, que tenía un buen pasar económico, había vendido un campo a un sobrino.
Antes de desaparecer, el jubilado, que tenía un buen pasar económico, había vendido un campo a un sobrino.
Fue este jueves que el fiscal de Río Cuarto Daniel Miralles ordenó allanar la vivienda de la mujer. Cuando los agentes llegaron, ella no estaba. La llamaron por teléfono y les dijo que permanecía en Villa Rumipal, pero que no tenía problema con que ingresaran. Que ella en ese momento iba a buscar el ómnibus para volver a Berrotarán.
Con la colaboración de un cerrajero, los investigadores ingresaron en la casa de calle España. Pero no lo hicieron solos. Llevaban un perro adiestrado para olfatear rastros humanos. Fue entonces que todos se sobresaltaron: el animal corrió al patio y se sentó contra una tapia. Sobre un contrapiso reciente, con un asador y un horno tipo chileno encima.
Por las dudas, el perro fue retirado a la calle. Le dieron unos minutos y lo volvieron a ingresar. Y otra vez, se sentó en el mismo contrapiso.
Rápido, un policía le preguntó a un vecino qué sabía de ese asador. Le respondieron que hacía unos tres meses que la propia mujer lo había comenzado a construir. Ella sola, subrayó. Los investigadores se miraron entre sí y no dudaron. En minutos, un equipo especial comenzó a romper el contrapiso. No fue necesario excavar mucho. A unos 30 centímetros apareció la primera bolsa negra. Luego otra y después una tercera. El cadáver de González había sido descuartizado. Allí, también hallaron un machete, una maza y un bisturí.
A 108 días de la denuncia por su desaparición, el enigma por el jubilado González encontraba su peor respuesta.
Ante semejante cuadro, el fiscal ordenó ir a buscar de manera urgente a Zabala, a Villa Rumipal. Pero la mujer ya no estaba allí. De manera contraria a lo que se podía pensar, no escapó. Se había subido al ómnibus que la llevaba hacia su casa de Berrotarán. “Ella estaba segura de que no íbamos a descubrir que el jubilado estaba enterrado debajo de ese contrapiso”, aseguró un investigador.
Quedó detenida. Ahora, el fiscal espera una prueba clave: que la autopsia indique cómo murió González.
El informe forense terminará de definir la imputación en su contra.
Fuente: Cadena3 / Infobae
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