A pesar de haber más contagiados por coronavirus y muertes en menores, el presidente Jair Bolsonaro justifica su campaña contra la inmunización de los niños.
regunto: ¿ustedes tienen conocimiento de un niño que haya muerto de Covid? Pues yo no tengo. ¿Y van a vacunar a sus hijos contra algo que el niño, por si solo, ofrece posibilidad casi cero de morir una vez que se contagió?”. Es este el argumento central, negacionista, defendido ayer por el presidente Jair Bolsonaro para justificar su campaña personal contra la inmunización de los chicos. En una entrevista por televisión reiteró algo que ya había mencionado antes: “La Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) lamentablemente aprobó la vacuna para niños entre 5 y 11 años. Mi hija, de 11, no será vacunada”. Su convicción lo indujo a interpelar: “Usted padre o madre ¿vacunará a su hijo con algo que posee efectos colaterales?”.
Bolsonaro negó, con este discurso, información proporcionada por el propio Ministerio de Salud al admitir el fallecimiento de 301 niños desde el comienzo de la pandemia. Tampoco tuvo en cuenta la descripción de la ex coordinadora del Programa Nacional de Imunizaciones, Carla Dominguez, para quién los números de contagios infantiles asustan: “Hablamos de 2.500 muertes en la población de menos de 19 años; y dentro de ese rango, tenemos más de tres centenares entre los menores de 11. No podemos banalizar los fallecimientos por Covid”.
Desde el 16 de diciembre, día en que la agencia aprobó el inmunizante Pfizer para la infancia, el gobierno bolsonarista y el ministro de Salud, el cardiólogo Marcelo Queiroga, no ahorraron esfuerzos para desbaratar el proceso de inmunización. Recién el miércoles último, por imposición de la Corte Suprema, tuvieron que levantar los obstáculos. Desde Brasilia se apresuraron a informar que irán a ingresar 3,7 millones de dosis hasta fines de enero y el total de 20 millones negociadas con el laboratorio norteamericano Pfizer recién se completarán en marzo.
No sólo fue la Corte lo que obligó a acelerar el trámite. Influyó también la repercusión de un caso: el de un chiquito de 9 años, Nicolás Rodrigues dos Santos, que enfermó a comienzos de diciembre para fallecer días después. Luego de ser internado en un hospital de Astorga, la ciudad de residencia familiar en el estado de Paraná, tuvo la confirmación de Covid-19. No pudo pasar las fiestas navideñas con su familia ni recibir la bicicleta que le había comprado su abuela Marta Cristina Machado. El 26 el niño moría por causa del coronavirus: “No alcanzó el tiempo para que él fuera vacunado. Por eso falleció” dijo la anciana.
La historia causó conmoción. Tanto que el gobernador de San Pablo, Joao Doria, hizo explícito su rechazo a la conducta del jefe de Estado. “Es repulsivo que no haya comenzado la inmunización de los chiquitos” dijo durante una conferencia de prensa. A su vez, el secretario de Salud del gobierno estadual, Eduardo Ribeiro, aportó números concretos para describir el escenario: “Ya tuvimos 2.500 casos de internaciones graves de infantes. De ellos, 93 perdieron la vida” sostuvo. Y añadió en tono desalentador que si se hubiera iniciado el proceso el 16 de diciembre, cuando fue aprobada la Pfizer, “más de 90% de nuestros pequeños habrían recibido ya la primera dosis”, y en consecuencia, estarían a salvo.
Los datos aportados por distintos sanatorios y clínicas de San Pablo comprueban un aumento singular de los casos de coronavirus en la infancia. El hospital Sabará, de la capital paulista, indicó que esa ampliación de contagios de chicos de hasta 10 años se tornó particularmente intensa a partir del 12 de diciembre. El sanatorio Albert Einstein informó que el índice de test positivos en los pequeños pasó de 8,6% en la semana de Navidad a 29% esta primera semana del año. Los especialistas de ambas instituciones afirmaron que hay una tendencia neta de crecimiento de las internaciones, lo que reformula la necesidad de vacunar cuanto antes el público infantil.
Fuente: Perfil
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