Celestino Benítez tenía 82 años. Se había retirado como obrero del Swift, pero la muerte lo sorprendió de espaldas, mientras cenaba con su hijo. Las balas iban destinadas a una casa contigua, donde funcionaba un puesto de venta de drogas.
La calle Patricias Argentinas serpentea con casitas bajas, atrás de Ayacucho, entre Ameghino y Garibaldi. Hace unos años era un sendero miserable, pero la apertura urbanística en esa zona de barrio Tablada –lo que se llama Cordón Ayacucho– la dejó más digna. Pero la condición humilde de quienes la habitan es la misma de entonces. Y las desgracias, peores.
Celestino Benítez dejó atrás una vida de trabajo como obrero de la Carne, jubilado del frigorífico Swift. Y se retiró a vivir no muy lejos de su viejo empleo. El martes a las 8 y cuarto de la noche, cenaba con su hijo en el modesto comedor de su casita de Patricias Argentinas al 4200, cuando de repente el estruendo seco de unos balazos cortó toda conversación.
Benítez, a los 82 años, se fue de bruces sobre la mesa servida, empujado por tres tiros que atravesaron la ventana del comedor y se le clavaron en la espalda. Su hijo lo llevó urgente al hospital Roque Sáenz Peña, en medio de la curiosidad y el horror de los vecinos. Pero don Celestino murió sobre una camilla, antes de medianoche.
La estadística dirá que fue la víctima fatal n° 98 de la violencia urbana sin control que campea en esta Rosario de 2023.
Sandra, ex nuera del anciano asesinado, reside a metros de donde se desencadenó la tragedia. Este miércoles a primera hora contó cómo la vida se hizo más hostil en un santiamén, a la hora de la cena.
“Volvía del centro de vida San Pablo y entré a casa, porque tengo un nene de 6 años y otro de 14. Y el otro, de 20, estaba parado ahí en la vereda. Eran las 8 y 20. Él entró también y entonces escuchamos los tiros. Salimos y ya mi suegro estaba tirado en el piso”, narró.
“La bala entró por la ventana. Una le pegó a él, y otra pegó en la heladera. Él estaba sentado, comiendo con el hijo, mi ex marido. Para mí que se venían tirando por la calle. Fueron un montón de tiros”, agregó la mujer.
Sandra recordó a su ex suegro como compañero de labor de su padre, cuando ambos trabajaban como operarios en el frigorífico Swift. “El año pasado perdí a mi mamá, este año perdí a mi papá, y ahora mis hijos pierden a otro abuelo. Estamos destrozados”, lamentó.
Fuente: Rosario Plus
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